Al final, mi padre falleció la semana pasada. Es algo natural, a todos nos llega, esa es la realidad. Pero joder, 63 años. Quería escribirle un homenaje porque sé que le emocionó el anterior texto y se lo merece.
Es cierto que ha sido una vida más corta de lo habitual en nuestro tiempo, pero qué vida. Al llegar al final seguramente echó la vista atrás y pensó, iguálamelo. Creo que es envidiable su estilo de vida. Siempre fue una persona emocional, tanto para mal como para bien. Categórico, persona de negros y blancos. Aristóteles se tiraría de los pelos con mi padre. Una persona que nos ha enseñado a ser directos, una cualidad y a la vez maldición para el resto. No quisieras dudar de su criterio, lo sabrías al instante.
Mi hermano y yo valoramos positivamente esta transparencia porque somos honestos. Hablo en su nombre, pero estoy seguro al afirmar que ir de cara lo tomamos como honor heredado de mi padre. Esto nos lo enseñó él. Jamás se me olvidará el día que me enseñó a estrechar la mano. Me decía: tú miras a los ojos y estrechas con firmeza. No mirar a los ojos a un hombre al dar la mano es deshonroso. Qué razón tenía. Fijaos bien quién os da la mano sin miraros, quizá diga mucho más de la otra persona de lo que crees.
Hombre tremendamente emocional. Querías ser su amigo porque te invitaba a ello, pero no fueras su enemigo porque te haría la cruz. Y de la cruz es difícil salir. Cómo dijo mi hermano el día de mi boda, mi padre ponía el corazón y mi madre la cabeza. Estoy intentando quedarme con lo mejor de ambos, para intentar ser la persona perfecta. Perfecta porque si juntas lo bueno de ambos, sería muy parecido al hombre de Vitruvio, pero no solo en lo físico sino en lo emocional. Humildad para otros, ellos me han educado para ser la mejor persona que puedo ser.
El estoicismo fue atribuido a magníficas personas del pasado, pero mi madre encarna cada uno de sus manifiestos. Pero esto es otra historia, solo quería comentar la aceptación a la adversidad que tiene ella. Una fortaleza que admirar. Estaremos cerca de ella, pero como siempre, porque el núcleo duro es sagrado. Es lo que querría él.
Mi padre también me enseñó la inquietud. En su caso, el no parar y estar vivo. Sí es cierto que lo hizo desde una perspectiva más pragmática, no parar para hacer cosas. Con suerte mi madre añadió el tono místico y la curiosidad se instaló como plan de vida en mi interior. Al abrirme a la lectura, mi madre me dio alas para ser escéptico y que la curiosidad no tuviera fin. Él me enseñó que ser un niño con 16 años era bueno. Mentalmente tardé bastante en madurar, pero esa inocencia es de lo más potente que tenemos y se va muy rápido. Luego la quieres de vuelta porque acaso hay algo más bonito que descubrir algo nuevo que nos es gratificante. Esa sensación es cada vez más difícil de conseguir e intentamos repetir lo que nos hace felices, pero la primera vez es la más especial.
El otro día en el tanatorio nos visitó gente que no conocía. Fue gratificante escuchar batallitas de su juventud con sus amigos de la infancia a los que yo no había visto nunca. Según me contaron, se lo pasó bien e hizo pasarlo bien a su círculo. Lo mejor de todo es que esas batallitas eran parecidas e igual de regulares con sus amigos más actuales, es decir, fue un personaje de principio a fin. Ya conté en el anterior texto la vitalidad de un hombre debilitado por el cáncer. Más ganas de vivir que el joven actual sin inquietudes. Viendo el lado bueno de la puta enfermedad terminal, nos ayudó a valorar lo importante. Fue un cambio de mentalidad para exprimir la vida. Me encontré paseando yendo al trabajo por la mañana y sonreír al ver una pareja de garzas en el río. O estar en la terraza de mi casa y contemplar el cielo con un color azul intenso. Puede parecer una tontería, pero en esos pequeños detalles reside el alma humana. Solo espero que quien esté leyendo esto pueda experimentarlo alguna vez.
Nos llevamos de él un modo de vida más sano, siendo más emocionales somos más humanos. Siguiendo su modo de ver la vida, agradecemos más, nos ponemos en el lugar del otro más, disfrutamos de una comida más, de un paseo, de un baño en el mar, de estar juntos, de un abrazo. También sufrimos más, es lo que tiene ser sentido, pero qué bonita es la vida vivida intensamente.
Cuando era más joven, intentaba ser frío con las emociones, pensé que eso me hacía fuerte. También era menos humano. Él me enseñó a ser más persona. Las personas somos seres emocionales. Ya lo probó Kahneman de muchas formas, primero actuamos conforme a la primera intuición que genera nuestro cerebro, luego aplicamos la razón para explicar por qué tomamos esa decisión. Si te preguntan por qué tomaste esa decisión, dirás que fue por algo razonado. Ni mucho menos fue así, salieron a relucir tus emociones y luego la razón hizo el juego sucio de buscar la explicación. Y creo que esto nos hace más humanos, nos aleja de lo políticamente correcto y se vive dejando huella.
Él hubiera querido terminar con un vino y charlando de la vida, así que brindemos por él y la próxima vez que paremos dos segundos a contemplar el cielo azul, nos acordaremos de exprimir el momento en su honor.
Me tuvo que hacer el nudo de la corbata porque yo aún no se. Aquí el día de mi boda hace 1 mes.
Así era 😘😘😘😘